El
Hungaria
era un combinado de jugadores en su mayoría húngaros, pero también
los habían checoslovacos como Marik,
yugoslavos como Monsider
o rumanos como Simotec,
que entrenados por Fernando
Daucik
y teniendo como estrella a Ladislao
Kubala,
recorrió Europa a finales de los años 40 del siglo pasado desde
Portugal a Italia, y por supuesto, por España. Estos jugadores se
veían obligados a jugar fuera de su casa porque huían del yugo
comunista y tampoco podían competir de manera oficial, porque la
FIFA no les dejaba, al ser considerados exiliados y prácticamente
como apátridas. Lo que nadie les podía prohibir, era realizar
partidos amistosos y con un poco de fortuna, que algún equipo les
diera una oportunidad y así quedarse en Occidente. Y tuvieron suerte,
y algunos quedaron en Barcelona, Granada, Palma de Mallorca o La
Coruña, después de asombrar en sus exhibiciones deportivas. Casi
setenta años después, el club más antiguo de la ciudad y el equipo
de nuestra población que milita en una categoría superior al resto,
se ve obligado a competir fuera de la que ha sido su casa durante 91
años de vida de la entidad. Pero a diferencia de lo que ocurría con
el Hungaria, hoy no son ideas políticas las quien impide a la
Gramenet jugar en Santa Coloma, sino que es la venganza, los oscuros
intereses, la desidia institucional y “los juegos de manos” lo
que hacen que la Unión
Deportiva Atlético Gramenet,
la verdadera, la histórica y la auténtica, juegue fuera de su
hogar, echando no solo al equipo y a sus jugadores, sino también a
sus sufridos aficionados.
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